Me considero una persona extremadamente bocazas. No es que no pueda
guardar un secreto, eso no es problema, pero mientras que delante de
desconocidos tiendo a ser callado y reservado, cuando cojo confianza con
alguien no puedo evitar irme de la lengua. Y cojo confianza con la
gente MUY rápido. Esto no sería un problema, si no fuera porque la
mayoría de la gente no espera de un casi desconocido que sea tan
abierto. Como en todo, hay gente que se lo toma mejor y gente que se lo
toma peor, pero no suelo dejar a nadie indiferente en este sentido.
Sin
embargo, la otra cara de la moneda es que, cuando no llego a coger
confianza con alguien, ya sea porque es alguien con quien paso poco
tiempo o porque es alguien que me intimida de alguna manera, tiendo a
callarme lo que pienso. Y esto, cuando realmente hay algo que decir, es
un autentico problema para mí. No puedo ni contar las veces que me he
quedado con las ganas de decirle a alguien algo importante, algo que
podría, tal vez, haber influido positivamente sobre la otra persona, o
simplemente algo a lo que luego no dejo de darle vueltas, y de
arrepentirme de no haber dicho.
Esto es solo un
ejemplo,probablemente el mas relevante para mi, de lo que representan
las oportunidades perdidas. En mi experiencia, las oportunidades sólo se
presentan una vez, y cualquier esperanza de repetición de una
oportunidad perdida es una quimera, o en el caso de llegar realmente a
producirse, un autentico milagro. Desde el momento en el que me di
cuenta de lo importante que resulta aprovechar las oportunidades, he
hecho lo posible por no perder ni una. Esto, en ocasiones, me lleva al
escenario que relataba antes, en el cual aparezco como alguien
extravagante, o socialmente raro. Sin embargo, la mayoría de las veces
con lo que me encuentro es con una situación favorable a mi, o con una
persona agradecida por haberle dicho sin tapujos lo que pienso.
Aunque en esta entrada me he centrado en la importancia de decir lo que
se piensa, es indudable que en mi vida he pasado por montones de
oportunidades para hacer o decir cosas que no he aprovechado. A veces no
me doy cuenta, pero las veces que si lo hago no puedo evitar pensar más
tarde en lo que podría haber pasado si hubiera aprovechado esa
oportunidad, ya que, salvo contadas excepciones, tengo claro que la
inmensa mayoría de oportunidades me brindan una posibilidad de ser
feliz, o incluso de hacer feliz a otra persona.