Y no se trata solo del tamaño que pueda alcanzar un árbol, ni de lo hermoso que pueda resultar cuando florece: los árboles son algo que puede disfrutarse de mil maneras. Puedes oler la fraganca de sus flores, tocar las diferentes y a menudo sorprendentes texturas de sus pétalos y hojas, tumbarte bajo uno y dormitar mientras sopla el viento en una tarde de verano. Puedes correr entre ellos con tu amante, o buscar insectos en sus ramas. Puedes trepar a ellos, hablar con ellos, confiarles tus secretos, y hasta abrazarlos. Cuando eres consciente de que un árbol está vivo, a veces te sorprenderás acercando tu cabeza a uno, intentando escuchar los latidos de su corazón.
Cualquiera que me conozca sabrá que no soy una persona capaz de apreciar la belleza desde un punto de vista tradicional. Cuando alguien ve algo hermoso por la calle, a mí me suele pasar desapercibido, mientras que muchas veces me quedo embobado mirando algo a lo que nadie más dedicaría una segunda mirada. Soy una persona sencilla, y me llaman la atención cosas como las formas redondeadas y los colores vivos, por lo que cosas como un simple macizo de flores son capaces de mantener mi atención durante largos minutos, mientras miro cada pétalo de cada flor, y me asombro ante lo parecidos y a la vez diferentes que son entre ellos.
No soy capaz de concebir mi vida sin verde a mi alrededor, y cuando camino entre árboles y plantas me siento feliz. Da igual si es un bosque de pinos o un macizo de tréboles y vinagretas, no hay lugar en el mundo donde me guste más estar que tumbado en la hierba rodeado de verde.
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